miércoles, 15 de enero de 2014

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Te das cuenta a los pocos días que lo que compartiste con lucecitas de colores en la cabeza, no fue recibido con papel picado, sino que generó broncas, envidias que al final te quemaron todos los foquitos. Y caminás por San Telmo y te comprás nuevos lentes de sol, tal vez así puedas seguir viendo las lucecitas. Pero no, tres días usando los lentes nuevos y los retrucos duelen. Te sacás esos lentes, mirás directo, te das cuenta que no… que a veces el que te ve con las lucecitas en la cabeza, no puede hacer más que verte como una ridícula, en vez de contagiarse. Y volvés a creer que a veces la alegría no se contagia y que esas veces es mejor usarla como alimentación propia y nada más.

GLAM RADIO 101,5